Uno de los rasgos de mi contradictoria personalidad es la impulsividad a la hora de tomar determinadas decisiones. Es cierto que le doy mil vueltas a cuestiones trascendentales, que me considero relativamente prudente y que intento usar la cabeza, pero una y otra vez acabo sucumbiendo a mis alocadas ideas y escuchando más al corazón que a la razón. Recuerdo que hace unos años fui conejillo de Indias de un coach en prácticas. Como el buen hombre, al que me unía una sincera amistad, veía que siempre iba apurada de tiempo y que reinaba el estrés en mi vida, decidió que dedicaríamos nuestras sesiones a trabajar, sobre todo, mi impulsividad a la hora de apuntarme a clases y cursos, por un lado, y mi asertividad a la hora de decir que no a proyectos… por mucho que me gustaran. Resumiendo, procuraríamos aligerar mis compromisos y que dejara de meterme en tantos berenjenales. Ya le advertí de que no sabía si era buena idea que me usara para sus prácticas —por evitarle frustraciones más que nada—, aunque intentaría poner todo de mi parte.

Quienes estáis al tanto de mis correrías ya habréis adivinado que aquellas sesiones no modificaron mucho mi proceder porque, en el fondo, no me dejé coachear —hoy estoy transgresora e invento palabras—.  Sé que en todo lo que me dijo llevaba razón y que algún día tendré que frenar por necesidad, pero si no fuera por ese empecinamiento y mi pasión por las cosas, hoy no estaría aquí celebrando un pequeño hito personal: os presento el primer libro físico publicado bajo el sello Traducine: Con mente de guionista, una pequeña reflexión sobre el guionista que todos llevamos dentro. Con esa excusa, incluyo dos historias guionizadas: una peculiar historia de Navidad y otra anécdota basada en hechos reales. Este es el segundo libro que publico, tras mi poemario Soñando despiertos. Daydreaming de 2018, y en él no podía faltar la poesía, así que la anécdota que dio pie a Una nota en el parabrisas está contada en verso, como si fuera una miniobra de teatro. Pronto —espero— habrá versión en ebook y audiolibro, pero ya podéis escuchar ambas gracias a sendos QRs que se incluyen al final del libro.

Dudé mucho de si poner mi foto en la portada del libro —de hecho, hace poco leí las críticas hacia los autores que ponen su foto en la portada en un hilo de threads—, pero en este caso escuché de nuevo al corazón y la foto de portada es de Isabel Wagemann, amiga y magnífica fotógrafa, que supo recoger esa mente soñadora que suele llevarme a recrear historias con mi toque personal y que me pareció que debía estar en la portada. La corrección también corrió a cargo de un amigo, Ángel Villaverde, que además de cazar gazapos, me sugirió cambios de lo más oportunos.

Si lo queréis adquirir por 5,99 €, lo podéis pedir en la tienda de la web de Traducine o también en Amazon. Y quienes lo pidáis a través de la web de Traducine y os suscribáis o estéis suscritos a la newsletter recibiréis un regalo sorpresa.

Y ya queda para 2025 la presentación y celebración de mi estreno editorial, seguramente en petit comité o a saber si de aquí entonces, se me ocurre otra cosa.

MBJ